sábado, 23 de febrero de 2013

Memorias del olvido



Por: Fernando Alonso Zuli

El viejo olvidó todo: no comía, no sabía quién era su hijo, ni su esposa, ya rebasaba los 80, estaba enfermo, había pasado más de un año solo. Pero habían vuelto.

Ahora estaba como antes, pero delgado y más avejentado. Fue obrero, paleó guano, y viajó a la URSS, nunca supe a qué, algo agrario, escolar y becado. Sólo eso dijo.

Alardeaba con gusto de su pasado, de su sufrimiento, de que nunca tuvo abuelo, por lo que debíamos estar agradecidos. Buen pretexto pero no suficiente para conmovernos. Su aguante se dejó ver sólo cuando se halló solo, sin quien lo cuidara. No comía o lo hacía poco. Pero se ponía a acomodar, construir, mover sus cosas.

Quiso ser torero, pero no lo fue, sólo tuvo un cuadro que lo acreditaba en una corrida junto al matador, Manolo Martínez, y el cordobés. Lo celebraba. Lo celebramos también nosotros.

Juntos vimos el futbol, lo hicimos un par de veces, lo vivimos varias, como comprobación de su entereza y su aún buen sentido del humor. Aguantó la avaricia de sus hijos y la imprudencia de sus nueras, y vivió con eso, aunque no lo quisiera.

Un día me obsequió un bolígrafo de la presidencia de Díaz Ordaz, el protagonista del 68, hito ineludible de la historia. De joven, el viejo quiso ser periodista. Terminó arreglando lavadoras, que es más o menos parecido: se habla con mucha gente, se trabaja mucho pero pocos lo valoran, se requiere de ingenio y se trabaja sobre un producto indispensable para la vida moderna.

Un día, antes de la comida, ya en sus últimos días, me miró de espaldas luego de meses de no encontrarme, y con el cabello largo, como antes no lo había hecho.

-Ai está el Güicho con su melena de poeta.

Sin saberlo, al viejo le debo parte de los oficios que he seguido, no por inspiración sino por reconocimiento, a ese hombre que desconoció todo, pero me recordó, al que sobrevivió en solitario, al que no me olvidó.

Hombre de mundo


Por: Jorge Alberto Hernández Fuentes

Difícilmente se puede describir una historia que hable de uno mismo, pero encontré una de alguien que seguro es muy exitoso desde mi punto de vista y trata sobre mi padre.

Nunca he platicado con mi padre, no somos muy cercanos, diferimos en la mayoría de las cosas pero desde que tengo uso de memoria siempre lo he visto luchar por sus ideales, luchar por un cambio.

En 1988 lo recuerdo muy cabizbajo su candidato de izquierda no logra su victoria, luego en 1994, vuelve a caer por una serie de trampas y engaños a la sociedad, personas cercanas a él lo incitan a que cambie de partido, recuerdo que me contó “Yo participe en el movimiento del '68, repartiendo propaganda, juntando dinero, realizando conferencias en la prepa” orgullosamente platica sus anécdotas que las recuerda con nostalgia , “no me harán cambiar pues aunque me critiquen porque soy idealista, ni modo es mi forma de pensar ”.

A veces lo observo y su comportamiento es autoritario, pero lo comprendo no lo juzgo porque en sus tiempos así se estilaba, pero como cambiar a un hombre así, que no le interesa otra cosa más que el bienestar de nuestro futuro, todo el tiempo vive preocupado y no disfruta su vida, su tiempo, su vejez, cree que ha fracasado sin embargo pienso que ese hombre es el más exitoso de este mundo, pues todo lo que nos ha enseñado a mí y mis hermanos , los principios de honestidad, las enseñanzas de superación creo que se convierten en un gran legado.

Ahora lo veo abrazando a su nieta narrando lo siguiente:

“Adán y Eva comieron la manzana. Irritado, el Señor los expulsó del Paraíso.
Iban muy tristes el hombre y la mujer.
¡Caray! Se afligió Eva, ¡Con cuánta dureza nos castigó el Señor.
Puede hacerlo razonó Adán. Es nuestro padre.
En efecto refunfuñó Eva. Si hubiera sido nuestro abuelito no nos habría hecho nada."

Ahora veo que aquel hombre rígido y duro, doblo las manos al tener una nieta que lo rejuveneció por completo, ceo que ese tipo de situaciones hacen ver a un hombre que durante todo el transcurso de su vida tuvo éxito, tal vez no se refleje materialmente, pero al me
nos moralmente llegó a conseguir un objetivo que lo llevó a la felicidad.