Suelas de zapatos, calzado, hermosos paisajes, y unión familiar; son sin duda las palabras que representan la vida de mi abuelito Roberto Hernández Fuentes. El oficio de zapatero lo aprendió de su padre en la ciudad de León, Guanajuato. Su primer trabajo fue a la edad de trece años, como ayudante de una persona que plisaba y planchaba las suelas.
Los mejores
recuerdos que tiene son de cuando jugaba con sus hermanos, abuelitos y tíos. Los malos son protagonizados por la tiranía
de sus padres hacia sus siete hermanos, enalteciendo el favoritismo a Ramón, el
mayor.
A pesar de estas diferencias la relación con su hermano
fue muy buena, eran inseparables; sin embargo, con su hermana fue tirante y con
los demás considera haber tenido una buena relación, únicamente de respeto.
Desde que mi abuelito se casó, Ramón y él comenzaron a alejarse, actualmente ya
no se frecuentan.
A raíz de las situaciones anteriores vividas con sus
padres y hermanos, decidió que él no quería ser así con sus hijos y
afortunadamente lo ha logrado. Desde que se casó con mi abuelita, María del
Rosario García Ramírez, la llevó a León a conocer el lugar donde había nacido,
a su familia, sus lugares y comida favorita.
Actualmente los viajes familiares se hacen más
placenteros pues vamos toda la familia. Es una tradición ya totalmente
inculcada ir a León al menos dos veces
al año y mi abuelito ha hecho una buena labor al enseñarnos a amar su tierra
pues todos disfrutamos mucho esos viajes y los anhelamos con gran entusiasmo.
Si algo nos ha enseñado
también es a ser compartidos, a cuidar y proteger a la familia de la cual
formamos parte pero sobre todo a permanecer siempre juntos en las situaciones
buenas, malas y hasta en las peores. Es un valor que tenemos muy inculcado.
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