miércoles, 2 de junio de 2010

Dr. Rabias


Por: Fernando García Lazo

Caminar por las calles de esta ciudad hace que uno tope con innumerable cantidad de mensajes gráficos. La calle, entendida por la mayoría como un lugar de paso o cuando mucho, de paseo, reclama atención y cambia de giro. Las calles hoy, ayer, siempre, están diciendo cosas.

Y dicen ‘cosas’, porque son muchos quienes las dicen y muchos también los medios que usan: pintura vinílica o en aerosol, brochas, pinceles, bolígrafos, marcadores, plantillas, engrudo, papeles o calcomanías de vinil.

A continuación, una voz de esas entre muchas, que del dibujo y diseño por computadora pasó a la creación manual y de ahí a la intervención callejera.

El Dr. Rabias

Lugar: Museo del Juguete Antiguo Mexicano, MUJAM. Es el Collec 11, un evento donde se muestran y comercializan desde juguetes de diseñador, ropa, libros y antigüedades, hasta artículos de lucha libre. Muchos vienen a ver, pero pocos compran. Organiza: Dr. Rabias, de nombre, Edgar Vargas Reyes, periodista, ilustrador y creador callejero.

Llego un poco retrasado y no encuentro a Rabias en su puesto. Una mujer de ojos claros me dice cordialmente que Rabias se acaba de ir a pasear por el lugar. Ella después supe, es Vero, madre de Edén de cuatro años, hija también de Rabias.

Lo encuentro casi inmediatamente caminando entre los otros puestos y mientras me conduce a la azotea de edificio, me enseña los monstruos que ha pintado en estas paredes: tentáculos, colmillos, ojos sin pupila, platillos voladores; criaturas y creaciones variadas que, a pesar de todo, se ven bastante inofensivos.

Subimos una escalera de caracol y apoyados en un barandal contemplamos las idas y vueltas de los asistentes a la exposición. Comenzamos. “Estudié Comunicación y Periodismo Colectivo, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM e hice un Diplomado en Animación Cinematográfica en la Universidad de California en Los Ángeles, la UCLA,” y se adelanta a la pregunta “sí, donde estudió Jim Morrison”.

Al terminar la carrera cubre la fuente política para La Jornada y el Nacional, sin embargo, recuerda esa experiencia con desagrado “era bien desgastante, andaba siempre a disgusto”.

Tras cinco años de trabajar como reportero, el acabose llegó con las elecciones presidenciales del año 2000: cuatro horas en sala de espera para cinco minutos de entrevista con Labastida, y seis horas para dos minutos con Fox, “en ese momento fue cuando dije: yo entrego esta chamba y a chingar a su madre”.

A la calle
Decidió no soportar más la política y busca donde colocarse. Gracias a su trabajo como ilustrador, hace contacto con diferentes publicaciones dedicadas a temas con los que él es afín: revistas de tatuajes, rock, patinetas “y me dieron chamba en todas, ya así, ¿para qué me preocupaba?”.

El trabajo de Rabias se relaja y se libera: escribe sobre rock, cine de terror y dibuja ‘anticomerciales’ parodiando campañas publicitarias. A la par de esto, empieza a investigar sobre la cultura callejera, toma sus primeras fotos de graffiti y conoce a la gente que pinta en la calle.

“A la primera que entrevisté fue a Basic, porque en Gorila me pidieron que sugiriera nuevas secciones y yo dije graffiti, pero querían algo ‘atractivo’ entonces propuse: una mujer que hiciera graffiti.” A partir de esa entrevista, correos y llamadas llegaron a la editorial exigiendo más artículos de graffiti pero también de mujeres en la cultura urbana. “Fue un bombazo”.

Así, Rabias empezó a cubrir exposiciones de graffiti, se empapó del tema entrevistando gente y fotografiando. “Esto coincidió con que un amigo que en ese entonces era fan de lo que yo dibujaba y escribía en la revista, iba cada mes a la Editorial, hasta que nos conocimos. Se hacía llamar Nash y me empezó a hablar de street art, de artistas como Banksy, Obey, Space Invader, me enseñó páginas de internet y me propuso empezar en esto.”

Diferente del graffiti, aunque fuertemente vinculada con éste, el street art es una nueva forma de creación callejera. Se utilizan distintas técnicas creativas para intervenir las superficies de la ciudad donde el graffiti habitual no alcanza: mensajes con plantillas y aerosoles, cartones coloreados a mano, calcomanías impresas en serigrafía e incluso miniaturas de papiroflexia.

Con Nash acompañándolo, Rabias conoció el mundo del street art e hizo sus primeras plantillas y diseños que incluyeron marcianos, pistolas y luchadores. Se decidió por hacer street art pues a diferencia del graffiti, le parece más práctico, además, en la ciudad no existía la saturación que existe hoy.

El inicio fue incierto, pues significó un cambio en la forma de ver el mundo “me acuerdo que para mí era una sensación increíble. Yo, que siempre fui muy recto, no tiré basura, no robé, anduve de traje, acabé mi carrera y empecé a trabajar, no fumo, no tomo, nunca he hecho nada prohibido; ahora ando haciendo algo que, supuestamente, no debería hacer: pintar esténciles y pegar cositas con engrudo o calcomanías en la calle”.

Resulta una especie de liberación y al principio, con una sola idea y un solo objetivo en la cabeza: atascar, llenar toda la ciudad con sus creaciones “en un principio me parecía súper chistoso y decía ‘¡sí se puede, sí se puede!’ y todos me tiraban de a loco. Decían que parecía un perro queriendo morder a todos porque en la calle me iba sobre todo.”

La idea de saturar la ciudad por completo pierde fuerza pues a la larga resulta muy caro y cansado. “Me planteé muy pronto que el atasque no es sólo eso, sino tiene que ir acompañado de una campaña permanente y constante de refuerzo a la ciudad, algo parecido al posicionamiento de un producto en la publicidad por medio de la repetición, que los ninjas se vuelvan parte de la ciudad, que la gente lo haya visto aunque ni le encuentren forma.”

-¿QUE LA GENTE LO INTERPRETE COMO QUIERA?

-No. Si lo entienden o no lo entienden, si les gusta o no les gusta, me vale gorro, pero que sepan que existen, que están en la ciudad y que no las van a quitar y que mientras yo no me muera, le voy a estar reforzando a cada rato a la ciudad y se los van a tener que soplar.

Ataque Ninja
“Un amigo ilustrador, me dijo, ‘vamos a hacer un despacho de ilustración y animación, y ofrecemos la chamba a agencias publicitarias”, y buscando un nombre para tal efecto, surge la idea de los ninjas, el Proyecto Ninja que después se convertiría en Ataque Ninja. El único problema fue que a su amigo lo llamaron de una de éstas agencias en Londres y nunca regresó.

“Me dejó con el proyecto y con 100 dibujitos de ninjas, entonces dije ‘a ver no me voy a quedar con esto, ya los hice, ya les invertí tiempo, los voy a volver estampas y va a ser el último intento”, pues tras un año pegando luchadores y marcianos, Rabias sintió que su estilo se perdía entre tantos mensajes.

Le gustó la idea de los ninjas porque según él había visto en películas, los ninjas aparecen de la nada y en un parpadeo frente a ti. “Para mí el hacer cosas en la calle tendrían que ser así: hoy tú, simple mortal, sales de tu casa y tu casa está limpia y cuando regresas de trabajar o de la escuela, toda la calle está hasta el gorro de graffitis, calcomanías, esténciles o carteles.”

Arte VS Ráyate las nalgas

Aunque el decir street art refiera precisamente a una condición artística, para Rabias tal concepto no influye al hacer éste trabajo. Para él, producir calcomanías y diseminarlas por la ciudad no está cerca de ser algo artístico, pues es algo muy sencillo que no requiere gran esfuerzo físico o intelectual y que tiene que ver más con el apropiarse de la ciudad.

“Es una forma de apropiarte de la ciudad, que en algún momento dijeron que era de todos… ¡Y que es mentira, no es de todos! Es de quien lo decide, de quien decide salir a la calle y no aceptar que sea sólo un sitio de tránsito, sino también de creación, de desmadre... y de destrucción también”.

Destrucción, concepto comúnmente asociado al vandalismo y que en lo referente a expresiones callejeras representa el eterno debate y cuento de nunca acabar por aquello de el respeto al derecho ajeno...

“Porque a la par de saberte como posible creador hay que saberse posible destructor, y si soy capaz de hacer cosas que la gente diga ‘ay qué bonito ¿es arte?’ debo ser capaz de hacer también cosas que la gente repudie. Sólo así puedo saber que soy capaz de hacer ambas.”

Igualmente, Rabias sabe que así como uno hace lo que quiere, la gente tiene también el derecho a defender su casa, su calle y sus paredes, “y está bien, creo que ambas partes le dan más sazón a la vida en lugar de estarte preocupando porque el país está de la chingada. No creo que sea arte ni creo que sea destrucción.”

“Al gobierno no le quita el sueño que la gente haga bombas y taggs (graffiti), ni que pinte patrullas o el metro, pero a cada uno de los simples mortales que estamos haciendo cosas en la calle, nos resulta divertido, es lo que le da razón a la vida”.

Edén
Le pregunto cómo fue el que su hija naciera en los años en que precisamente se metió de lleno a hacer street art, y muy tranquilo responde que fue algo de lo más normal; aunque sí representó un cambio de actitud, pues dice que dejó de intervenir la calle aproximadamente un año para dedicarse a su hija y su mujer.

“Me gusta pensar que mi hija va a conocer cosas distintas que a unos les toca conocer de más grandes, y que para ella ya es algo muy normal: reconocer imágenes en la calle, o saberse ella misma con la capacidad de decir ‘yo soy Edén, pero me llamo La Princesa Ninja’. Eso ya le da otra dinámica a su vida”

Aclara que tampoco se trata de que su hija forzosamente haga cosas en la calle y, mejor, preferiría que siempre lo viera como una opción, que sepa que tiene la capacidad de intervenir en la calle si se le antoja, pero preferir antes el estudio y el trabajo a la calle y la pura diversión.

Rabias enfatiza: la calle no te va a resolver nunca la vida. En su opinión puedes darle mucho a ésta y en cierto modo te va a recompensar: conocer personas y lugares, intercambiar ideas y experiencias; pero nunca vas a vivir de la calle.

Por eso para él lo primero es trabajar y dinero, sin importar como lo hagas, pues abre muchas puertas y te permite incluso hacer cosas de más calidad, pues observa que en México la falta de dinero es un problema para quienes se dedican a la creación en la calle.

“A mí me encanta que haya gente tan joven haciendo cosas en la calle, creo que es muy positivo. Hay chavitos de 13 años que dentro de diez van a tener 23, o sea, tienen diez años para desarrollar algo bien interesante ¡y aún van a estar bien chavos!, y si hacen ahorita cosas muy malas ¿qué importa? ya mejorarán o se irán al carajo… Pero, ¿puede haber algo más alentador que eso?”

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