miércoles, 2 de junio de 2010

Recorrer tres veces Avenida de los Insurgentes

Por: Ángel Suárez

La noche en el frío mar del norte de Europa. A kilómetros a la redonda lo único que se puede divisar es agua. La temperatura oscila entre los 11 y los 18.5 grados centígrados. Planteado así puede parecer una situación aterradora, pero para algunas personas, estar justo ahí, a la mitad del océano, es su sueño de toda la vida.

En agosto de 1994, a unos días de cumplir 35 años de edad, Nora Toledano atravesó el Canal de la Mancha de ida y vuelta, y al hacerlo, se convirtió en la primera mujer de Latinoamérica en realizar dicha hazaña y la sexta en el mundo, de un total de trece personas que, por lo menos hasta 2001, lo habían cruzado. Se trata de un cuerpo de agua que en su parte más angosta, desde el puerto de Dover en Inglaterra hasta el cabo Cap Gris Nez en Francia, mide 33 kilómetros.

¡Treinta y tres! ¿Cuánto puede ser semejante distancia? La avenida más larga de la Ciudad de México, Avenida de los Insurgentes, desde el Acueducto Guadalupe en el norte hasta su entronque con el Viaducto Tlalpan en el sur, apenas llega a los 28.8 kilómetros. Vamos a redondearlo a 29, faltan todavía cuatro para completar los 33, y eso es sólo la ida, falta todavía el regreso.

Pero el Canal no es una avenida perfectamente delimitada por aceras a ambos lados, es un estrecho por donde circulan numerosas corrientes que convierten al recorrido en una odisea de aproximadamente 90 kilómetros. Es como recorrer tres veces la citada Avenida de los Insurgentes.

Este cuerpo de agua ha sido imán de numerosos atletas que buscan atravesarlo a nado. Desde 1875 hasta 2001, 607 personas han logrado realizar esta hazaña, y apenas 13 lo han hecho de ida y vuelta.

En lo primero que piensa uno es la condición física que ha de requerir realizar semejante empresa y en el entrenamiento y la preparación necesarios. Pocas veces nos detenemos a pensar en aquella parte que debe estar más fuerte que cualquier músculo, que los brazos o que las piernas: la mente. El mar, por grande e imponente que sea, no es la fuerza más grande contra la que un nadador en aguas abiertas se enfrenta; son los demonios internos: ya me cansé, ¿cuánto falta?, tengo frío, llevo catorce horas nadando, tengo miedo.

Desde luego un nadador que atraviesa el Canal de la Mancha no es abandonado a su suerte: una embarcación cuidó y guió a Nora durante todo su recorrido. Una gran ayuda, pero a la vez no puedo imaginarme cómo se ha de sentir estar adentro del agua, con frío y cansado, con una embarcación a unas brazadas de mí y saber que con sólo tocarla seré descalificado y todo habrá sido en vano.

Otro demonio contra quien luchar: pues un temor que embargó a Nora durante su travesía fue el saber que ya lo había intentado antes y no lo había logrado, y la sola idea de fallar de nuevo la aterraba más que la fuerza del océano.

La trascendencia del cruce de Nora no es el encontrarse en el grupo de seiscientas personas que han atravesado el Canal, de una población mundial total de seis mil millones, sino que, además de ser la primera mujer latinoamericana en cruzar, salió de un país sedentario, donde el deporte recibe pocos apoyos y que actualmente ostenta la medalla de oro en número de niños obesos y de adultos con sobre peso. Su revolución, más que en su entrega y disciplina, consiste en haber superado su entorno, en haber nadado contra la corriente de su contexto. Más que sentir orgullo y admirarla desde lejos, habría que seguir su ejemplo, sea cual sea el ámbito donde nos desempeñemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario